¿Qué culpa tengo yo, de que vos
seas tan hermoso?
Hubieses
pensado antes de sonreírme de aquella manera, te miré y me regalaste un poco de
la calma que había perdido, no todo era tan oscuro como aquellos libros decían.
Pude sentir
la serenidad de tus pestañas en el fondo de mis lamentos, ni la brisa
descansaba y solo hacía que recordara qué tanto anhelaba tus caricias, soñé
otra vez con vos, lo hacía incluso antes de dormirme.
Ayer
preferí perder la cordura por un par de tus sonrisas, hoy tus sonrisas me
recompensan el estar completamente, locamente, intensamente enamorada.
Que supe
que lejos quedaba la calma de aquellos líos. Sólo quise volver a solucionar mis
problemas en la suavidad de tu comprensión.
Contarte
una y otra vez las veces en que huía a tus abrazos aún estando lejos
tuyo.
Si fueran kilómetros, los correría. Siempre supe cuál era mi lugar favorito para ahogar
las penas, donde la vida olía a primavera.
Pensarte
fue como volver a enamorarme, fue el impulso de escribirlo lo que hizo que
regresara.
Ninguna de
mis poesías fue leía más de una vez por alguna persona, ¿que razones podría
llegar a tener para quedarme? Nadie preguntó cómo me sentía luego, luego
de escribirle al viento y volver a encontrarme sola en la realidad.
Supe qué tan bien me hacías al
mismo momento que supe qué tan mal me causabas. Nadie dijo que dejé de
quererlo, a veces estar en casa también resulta agobiante.
El largo y arduo camino de regreso,
llevar años esperando a sentirte cómoda, tomar la iniciativa y arriesgarte,
puede que nada sea como lo esperabas.
Pero bajo las sábanas, las lágrimas
se vencen, los peluches te protegen, y la lapicera vuelve a hacerse tu fiel compañera.
Porque puedo enamorarme, odiarlo,
extrañarlo, pensar en alguien más, e incluso soñar con quien no existe.
Que alguien quiera leerme hará que
la vida diga qué tanto me podrá querer alguien, porque todos en el amor
sufrimos, sólo hay que saber con quién vale la pena perder el tiempo.
Yo vuelvo a soñar, que estoy en la
casa del bosque, y vos al otro lado del desierto, 20 horas de fiesta contigo, y
el resto escribiéndole a aquel chico en algún lugar del mundo, quizás en verdad
en una casa del bosque o del otro lado del desierto.
Sólo amar la poesía, mi poesía. Y
podríamos descansar en tinta entre mis páginas. Gracias, hoy no te olvido. Sólo
te convierto en literatura. Y una vez más volví a sentirme segura, creo haber
recuperado la capacidad que había perdido de sentir cada sílaba como una
caricia, la única caricia.
Y hoy, que sea una vez más la poesía quien tenga que
cuidarme.