Síganme los buenos!

sábado, 4 de enero de 2014

Si tan sólo leyeras...

¿Qué culpa tengo yo, de que vos seas tan hermoso?
Hubieses pensado antes de sonreírme de aquella manera, te miré y me regalaste un poco de la calma que había perdido, no todo era tan oscuro como aquellos libros decían.
Pude sentir la serenidad de tus pestañas en el fondo de mis lamentos, ni la brisa descansaba y solo hacía que recordara qué tanto anhelaba tus caricias, soñé otra vez con vos, lo hacía incluso antes de dormirme. 
Ayer preferí perder la cordura por un par de tus sonrisas, hoy tus sonrisas me recompensan el estar completamente, locamente, intensamente enamorada. 
Que supe que lejos quedaba la calma de aquellos líos. Sólo quise volver a solucionar mis problemas en la suavidad de tu comprensión. 
Contarte una y otra vez las veces en que huía a tus abrazos aún estando lejos tuyo. 
Si fueran kilómetros, los correría. Siempre supe cuál era mi lugar favorito para ahogar las penas, donde la vida olía a primavera. 
Pensarte fue como volver a enamorarme, fue el impulso de escribirlo lo que hizo que regresara.
Ninguna de mis poesías fue leía más de una vez por alguna persona, ¿que razones podría llegar a tener para quedarme? Nadie preguntó cómo me sentía luego, luego de escribirle al viento y volver a encontrarme sola en la realidad.
Supe qué tan bien me hacías al mismo momento que supe qué tan mal me causabas. Nadie dijo que dejé de quererlo, a veces estar en casa también resulta agobiante.
El largo y arduo camino de regreso, llevar años esperando a sentirte cómoda, tomar la iniciativa y arriesgarte, puede que nada sea como lo esperabas.
Pero bajo las sábanas, las lágrimas se vencen, los peluches te protegen, y la lapicera vuelve a hacerse tu  fiel compañera.
Porque puedo enamorarme, odiarlo, extrañarlo, pensar en alguien más, e incluso soñar con quien no existe.
Que alguien quiera leerme hará que la vida diga qué tanto me podrá querer alguien, porque todos en el amor sufrimos, sólo hay que saber con quién vale la pena perder el tiempo.
Yo vuelvo a soñar, que estoy en la casa del bosque, y vos al otro lado del desierto, 20 horas de fiesta contigo, y el resto escribiéndole a aquel chico en algún lugar del mundo, quizás en verdad en una casa del bosque o del otro lado del desierto.

Sólo amar la poesía, mi poesía. Y podríamos descansar en tinta entre mis páginas. Gracias, hoy no te olvido. Sólo te convierto en literatura. Y una vez más volví a sentirme segura, creo haber recuperado la capacidad que había perdido de sentir cada sílaba como una caricia, la única caricia. 
Y hoy, que sea una vez más la poesía quien tenga que cuidarme.