Fue cuando entendí todo lo que me restaba por aprender
sobre el amor.
Sobre que te amen.
Sobre amar.
Sobre que no te amen.
Vi que una persona puede volarte los ojos porque pareciera
que te va a interesar,
vi cómo esa persona terminaba no interesándote un carajo.
Vi cómo te podía gustar sólo una parte de una persona, y la
otra podrías despreciarla desde el fondo de tu corazón.
Vi cómo te podía gustar una persona, hasta que emitía una
palabra,
Me vi gustarles de lejos, callada, un día, una semana.
Me vi irme.
Me vi no volver.
Me vi no ver, hasta que pude ver, hasta que por fin te vi.
Supe cómo una persona podía gustarte mentalmente. Cómo es
esto?
Muy fácil.
Podrías sentarte en frente suyo, y mientras admiras su
bigote, y seguís con detenimiento el movimiento de su gesticulación; escuchas
atentamente todo lo que te dice.
Algo así como admirarlo.
Caí en la cuenta de que si bien creí haber amado, supe que
nunca había admirado a alguien de esta manera.
Podía quedarme callada, (yo
que hablo horas y horas) y
escuchar cada oración que dijera.
Saber que iba a terminar de hablarme de ese desayuno, y que
iba a empezar a hablarme de su autor favorito, y que capaz podía terminar
hablándome de un buen dj que conociéramos, y que podía causarme la infinita tranquilidad
del mundo.
Podía admirar cada segundo que lo escuchaba, sentía como si
me hiciera el amor con las palabras.
Como si su trabada gesticulación me acariciara el aura.
Escuchaba todo lo que amaba salir de sus labios, esos que
besaban lentos y al mismo tiempo podían acelerar un sistema cardíaco entero.
Sentí, por primera vez, mi piel de gallina cuando por
momentos era dulce y atento. Cuando simplemente hablaba.
Sabía que era peligroso creerle, porque podía hacerle
sentir a mi mente, millones de desniveles. Y tengo la teoría de que no hay que
creer en quien puede escribir un poema, esos sí saben usar las palabras.
Tocó partes de mi que no sabía que podían tocarse.
Como querer quedarme callada y sólo escuchar la lluvia y
una risa, un suspiro, una coctelera rompiendo hielo, batiendo una margarita.
No sabía que se podía gustar de una mente, no sabía que
podía apreciar tanto las coincidencias de gustos, de música, de hobbys, de
comidas, de salidas, de lugares, y al mismo tiempo sentirlo tan diferente, tan único.
No sabía que te podía parecer atractivo escuchar a alguien
hablar de sus mambitos, de
escuchar y que te escuchen con atención, de extrañar una tonada de voz porque
te hacía sentir cosas, cosas en la mente.
Cosas en el pensamiento.
Siempre supe que eso del amor en el corazón está mal dicho,
el amor es algo del cerebro.
Y cuando alguien toca esa parte, no importa qué haga
después; te hizo el amor más real, sincero y placentero del mundo.
(Aunque cuando te haya hecho el amor real, haya salido
corriendo.)
No se quedó, obvio, por qué? No sé todavía. Tengo mis
dudas, y a la vez ciertas certezas.
No hacía falta.
Las cosas me las hizo sentir igual.
Aprendí de este tipo de amor, que aunque no siga estando,
puedo decir que voy a recordar siempre, capaz más, incluso, que el amor que yo
llamé "el amor de mi vida."
Amar no es esperar que te amen.
Amar es seguir pensando en lo que te hizo sentir por
primera vez una persona, y que vas a recordar siempre cada vez que te vuelva a
pasar eso.
Porque el amor siempre vuelve. Y estoy a gusto si va a
volver un amor como éste.
Supe que el amor es otra cosa, no sólo querer estar con
alguien, no sólo disfrutar unos besos, ni querer estar con alguien todos los
días.
El amor es que te dejen quietos, no que te haga temblar el
piso.
Es la serenidad que recibís de alguien que está sereno, es
el silencio que te dan ganas de hacer para poder escucharlo, no querer contarle
a alguien tus mambos.
Es volver a leer un libro y acordarte que a esa persona le
gusta tal tipo de literatura, y no desear que esa persona sepa cuál es tu
preferida.
Es desayunar como una gorda, y acordarte sus desayunos extravagantes, no esperar que
se acuerde cuál es tu factura favorita.
Es mambear con tu tema favorito y saber que
le gustaría verte bailarlo
toda la noche.
Aunque capaz a la noche siguiente no quiera verte más.
Eso es amar, no saber qué pasaría mañana con esa persona
que te deja el coco quieto, en equilibrio, no que te lo vuela, que te lo
censura.
Ese que lo disfruta, amar es todo esto.
Amar no es estar enamorado, amar es admirar, (y podes admirar sin que te
admiren, esa es la mejor parte; la de no esperar nada.), es sentir sin
tocar, es escuchar sin hablar.
Amar es dejar ir, quedarte con el mambo de que te hizo
sentir todo eso unos días al menos,
y que sirvió para hacerte entender que amar es amar con la mente,
no con el corazón.
Al corazón dejale la sístole y la diástole.
Amar es querer besar una mente, no querer desnudar un
cuerpo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario